Un documento reciente del Vaticano sobre el papel y la misión de la familia ha afirmado que “la familia necesita ser redescubierta como el agente esencial en la labor de la evangelización”. También señaló la necesidad de comprender mejor la “dimensión misionera de la familia.”
Como lo escribió San Juan Pablo II en Familiaris Consortio, la misión de la familia es de “custodiar, revelar y comunicar el amor”. La verdad y belleza de la familia deben ser comunicadas a cada familia cristiana, incluso a las que son frágiles, están heridas o quebradas. Estas familias también pueden leer con confianza las palabras de San Pablo: “¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo?” (Rom 8, 35) Y es posible que encuentren en esa confianza un camino de esperanza y sanación.
En estos días cuando miramos a nuestro alrededor como empiezan a florecer y enverdecer nuestros jardines, miremos también hacia dentro y reflexionemos sobre las muchas bendiciones que nos ‘llueven’ desde el Cielo… e invitemos a nuestros amados esposos/esposas/hijos/hijas/familias… a vivir con la esperanza de una vida plena y revigorada en el amor de Dios.
¿Necesito pedir perdón a un ser amado? No lo dejemos a mañana … porque el mañana no es seguro. Vivamos en el presente bendiciéndonos unos a otros y acompañando en las buenas y las malas porque después de todos los altibajos somos FAMILIA…
La familia como “iglesia doméstica” es un lugar de encuentro con Cristo dentro de la comunidad de una familia cristiana en particular, un lugar donde cada miembro de la familia tiene un papel importante. En otras palabras, la “misión” de la familia en la tarea de la evangelización es ser lo que es llamada a ser, esto es, vivir al diario como familia cristiana, o, como lo dijo a menudo San Juan Pablo II, “¡Familias, sean lo que son!”